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Tomamos la afirmación de la doctora en psicología Silvia Ávila para entender la gravedad del asunto: “El juego es muy serio para la infancia y tenemos que darle la importancia que realmente tiene”. Según Pablo Busó, coordinador del Área de Investigación del Usuario Infantil en AIJU, “estamos  hablando de una sociedad sobreapantallada”. Y esa realidad aparta a los menores del juego tradicional, ese que ayuda en el aprendizaje y en el desarrollo emocional en cerebros aún en formación. “Cuando estamos en la pantalla no se adquieren las mismas habilidades”, añade Ávila. Un déficit al que hay que sumar problemas físicos, desde el sobrepeso a la pérdida de visión, pero también efectos en la salud mental. “Trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, trastorno de la conducta alimentaria, sobre todo en chicas, conductas autolesivas”, describe Beatriz Martínez, psiquiata en el Hospital Infantil Niño Jesús. Los expertos recomiendan nada de pantallas hasta los 3 años, un máximo de 20 minutos entre los 4 y 6, y así un aumento gradual según se va creciendo. Límites que prácticamente nadie consigue respetar y que deberían llegar con otro requisito: “Sobre todo lo que tenemos que hacer es acompañar”, explica Beatriz Martínez, en la familia y en la escuela, para evitar contenidos nocivos y permitir un uso adecuado de tecnologías inherentes a un mundo donde resulta complicado mantener un equilibrio saludable.

-Redacción-