Ante un incendio en una vivienda, la reacción inmediata puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Sin embargo, no todos los edificios se comportan igual frente al fuego, y conocer el tipo de construcción en el que se vive es el primer paso para tomar decisiones correctas. No es lo mismo un edificio tradicional de ladrillo, mayoritario en España, que uno con fachadas construidas con materiales combustibles, como los implicados en los graves incendios de Hong Kong hace un mes o de Valencia ya casi un año. En edificios convencionales, la principal recomendación es clara y contundente: trate al fuego como a un ladrón, cerrándole la puerta. Si el incendio no se encuentra dentro de su vivienda, lo más seguro es permanecer en ella con la puerta cerrada. La experiencia demuestra que incluso las puertas de madera pueden frenar la propagación del fuego durante un tiempo crucial. El verdadero enemigo en un incendio no suelen ser las llamas, sino el humo tóxico, responsable de la mayoría de las muertes por inhalación. No es habitual que una persona muera abrasada dentro de su vivienda si permanece aislada del humo. Las imágenes de incendios recientes muestran cómo muchas personas lograron sobrevivir precisamente quedándose en casa, protegidas tras una puerta cerrada, mientras esperaban la llegada de los servicios de emergencia y abriendo la ventana. La situación cambia radicalmente en los edificios con fachadas combustibles. En estos casos, el fuego se propaga de fuera hacia dentro, envolviendo el edificio con gran rapidez.