Llevan 7 años trabajando en una pulsera de Inteligencia Artificial para supervivientes de violencia de género. Desarrollando un algoritmo para enseñarle a diferenciar el miedo. Con sesiones en las que mujeres, que han sufrido violencia de género o no, ven 14 vídeos con todo tipo de emociones. Mientras los visionan los sensores captan su frecuencia cardiaca, temperatura y hasta el sudor y así el algoritmo aprende a diferenciar el miedo de la ira, la alegría o el estrés. De esta forma, la pulsera cuando detecta el miedo lanza una alerta a la policía. El sistema funciona de forma diferente a las pulseras actuales porque el agresor no tiene que llevar ningún dispositivo y, por tanto, no requiere de denuncia ni de orden judicial. Además, el sistema se completa con un collar con un botón de pánico que graba sonido de la posible agresión para usarlo como prueba judicial, y con un móvil con GPS para localizar a la mujer si ella no puede dar su ubicación. El proyecto ha ganado premios diversos y es una de las pocas tecnologías de este tipo en el mundo pero peligra por la falta de financiación pública. No reciben ayudas ni siquiera del Ministerio de Igualdad. Para seguir adelante necesitan al menos 50 mil euros al año, el dinero que les permita pagar los sueldos de los investigadores. Hasta ofrecen la patente al organismo que los financie porque su objetivo no es enriquecerse sino salvar vidas. Hacen también un llamamiento para que se sumen al proyecto piloto más mujeres que hayan sufrido malos tratos, las necesitan para que el algoritmo se desarrolle.

Los investigadores entrevistados son Celia López Ongil, investigadora principal del equipo UC3M4Safety para BINDI, Claudia Llorente; ingeniera de telecomunicaciones y técnico de investigación en BINDI y Eva Rubio, psicóloga sanitaria y técnica de investigación en BINDI.