Después de 35 años Francesc tuvo que cerrar su librería, ubicada en el centro de Barcelona, porque no podía hacer frente a la subida del alquiler, el precio se había triplicado desde 1989. En dos meses su negocio se convirtió en una tienda de souvenirs, algo que ya es tendencia en calles más céntricas de la Ciudad Condal. El de Francesc no es el único comercio de toda la vida que no ha logrado sobrevivir. En la misma calle donde estaba su librería había otros negocios, como una mercería o una tienda de discos. Todos han sido sustituidos por tiendas dirigidas al turismo. Francesc ha tenido que reinventarse. Cada vez son más como él los que se ven obligados a cerrar la persiana ante el turismo descontrolado.