En un pueblo literalmente deshabitado, Fernando creó, junto a sus mascotas Mirón y Duro, un hogar. Del que ahora disfruta en soledad de todo el pueblo. Es el claro ejemplo de la dureza de la despoblación: en pocas décadas Benamira ha pasado de tener cientos de habitantes a recibir solo visitas ocasionales en verano y vacaciones. Aunque como con humor todo se arregla, su propia vida ha sido la inspiración para los monólogos que realiza por toda España. “Soy monologuista por obligación -dice Fernando-. Vivir solo en el pueblo tiene ventajas y desventajas. Por ejemplo, soy el más alto del pueblo y con esta cara, el que más liga”. Valora la tranquilidad pero persigue un sueño. Que este pueblo reviva. Hemos organizado una carrera de trail, hay un pequeño proyecto de unos huertos para gente que viene refugiados. Quizá no sea el último vecino, si no el primero de todos los que podrían llegar.