Tras nevadas importantes, el ascenso de temperaturas acelera la inestabilidad del manto níveo, cuyo peso puede colapsar, especialmente en zonas de sotavento donde el viento acumula nieve no cohesionada. Expertos advierten que el esquí de montaña fuera del dominio esquiable entraña riesgos elevados, a diferencia de las pistas preparadas diariamente con voladuras controladas para garantizar la seguridad. En esta modalidad, los esquiadores deben avanzar no cohesionados para evitar que un alud atrape al grupo completo. Los primeros 15 minutos tras el accidente son cruciales, ya que la supervivencia es altísima en ese lapso y decae vertiginosamente después. Todo montañero debe llevar un receptor-emisor DVA (dispositivo de víctima de avalancha), que se enciende para emitir señales detectables por los compañeros, produciendo pitidos que guían hasta el sepultado, funcionando como un sistema de emparejamiento similar a un teléfono. Además, es indispensable equiparse con sonda y pala para excavar rápidamente una vez localizado el punto. Es obligatorio revisar el boletín de riesgo de aludes antes de salir. Los riesgos disminuyen notablemente en esquí de travesía o de fondo, que se realiza en zonas horizontales, y en el esquí convencional en pistas revisadas y estabilizadas con voladuras diarias.