Más poderoso que el terror que sentía fue el amor a los suyos: “Que mis hijos y mi mujer tuvieran una despedida mía”, cuenta Antonio José. Por eso grabó con su móvil un emotivo mensaje cuando la riada en Alfafar estaba a punto de arrastrarle. “Si no salgo de esta, os quiero, portaos siempre bien”, gritaba con voz angustiada. Antonio José aguantó horas con el agua al cuello, aferrado a una sábana que le lanzaron los vecinos de arriba. Susana estaba en su peluquería: “Fueron segundos y fue ver tu vida pasar y pensar: aquí ya se acabó todo…”. El agua entró en el local y varias clientas salieron a la calle inundada. Se aferraron a la reja de un portal hasta que un vecino bajó con una herramienta providencial, enmarcada hoy en la peluquería: “Gracias a este martillo estoy hoy aquí”. El vecino rompió el cristal y fue en su busca, “y él hizo de escalera y le pasamos todas por encima y nos pudimos salvar”. Tras meses de duro trabajo contra la incertidumbre y contra el barro, Susana ha recuperado su negocio, pero no del todo el ánimo. Antonio José ha necesitado terapia psicológica. Afirma que “algo así, no se puede superar nunca”, pero al menos ha aprendido a sobrellevar el trauma y ahora emplea toda su energía en aquello que realmente importa.