Los pueblos afectados desde el aire evidencian el recorrido y el alcance del fuego. No consumió las laderas, las transformó en ruinas, irreconocibles hasta para sus vecinos. "Es difícil de procesar esto, lo estamos intentando, pero es casi imposible. Yo esta imagen no la he procesado", dice una vecina de San Vicente de Leira, Ourense. Los últimos informes hablan de 30.000 hectáreas arrasadas por el incendio de Larouco. Ha dejado hileras de casas que ahora son esqueletos de madera y piedra, sin ventanas, sin techo y sin familias que cobijar. Muchas otras han quedado inmersas en calles que parecen laberintos de los que todavía sale humo y en las que el único ruido que se escucha es el de la maquinaria intentando despejar el suelo, las entrañas y la vida de todo un pueblo. "Te han quitado una vida, te han quitado una vida", dice otro vecino. El mismo sentimiento y la misma imagen que se ve en O Robledo o en Cernego, rodeado de tierra quemada y de árboles que todavía resisten. Los medios siguen trabajando sin parar, pendientes de las reactivaciones. Por ejemplo, en A Gudiña, también Ourense, ansiando una tregua para reducir cuanto antes el número de focos activos.