Mentes brillantes de la investigación viven en condiciones precarias por quedarse en nuestro país.

La falta de fondos en la ciencia española no permite a los investigadores vivir de forma digna. Tampoco hay financiación suficiente para que puedan costearse los viajes a congresos lo que les lleva a adelantar el dinero o a dormir en condiciones lamentables.

07 de diciembre 2024 - 19:38

Madrid

Luiño es neurocientífico y vive en un tercero sin ascensor de poco más de treinta metros, en el madrileño barrio de Lavapiés junto a lo que ha sido hasta hace poco un narcopiso. Durante su carrera Luiño ha investigado en el instituto Max Plank, en Alemania o en el MIT, en Boston, entre otras instituciones de prestigio. Ahora trabaja en el CSIC, con una plaza fija en el Centro Nacional de Biotecnología pero no puede evitar comparar sus condiciones con las de otros compañeros que viven en otros países. Y la situación es aún más precarias para los investigadores más jóvenes, que en muchos casos van y vuelven desde fuera de Madrid, porque no pueden acceder a una vivienda. Es el caso de José, investigador en Matemáticas Aplicadas en la Universidad Carlos III, en Leganés, también en Madrid. Su contrato es temporal, y no encuentra piso, ni siquiera compartido. Cada día hace 150 kilómetros de ida y de vuelta desde Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, a Leganés. A sus 29 años José ha trabajado como investigador en varios países y no ve forma de establecer un proyecto de vida.

La ciencia en España no da para vivir dignamente pero tampoco para pagar dietas para acudir a congresos. Éstas no se han actualizado desde hace dos décadas. Así que en muchos casos a los investigadores les toca quedarse en hostales con habitaciones comunitarias, en casas de amigos o incluso compartir cama con otros compañeros. Y el presupuesto tampoco facilita invitar a científicos de fuera, para compartir conocimiento con los investigadores españoles.

Agencia Atlas
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