Varios minutos solo frente a las cámaras. Ya en su silla, las de los que fueron sus compañeros de partido han continuado vacías hasta el último momento para evitar el saludo. El portavoz socialista, conocido de Cerdán desde hace décadas, reconocía enfrentarse a un momento duro. Y dejaba su amenaza después de haberse acogido a su derecho a no declarar. Ha roto su silencio en varias ocasiones para intentar defenderse y proteger a su familia. Se ha desvinculado de Servinabar y del empresario Antxon Alonso, a pesar de que los investigadores encontraron un contrato por el que adquiría casi la mitad de la empresa. Se ha presentado como víctima de una operación de Estado contra él basada en informes cuestionables y audios manipulados. Audios que tanto el juez como la Guardia Civil dan toda la credibilidad. Todo, dice, por su papel de negociador con Carles Puigdemont. Para la oposición han sido casi más clarificadores sus silencios, interpretados por el PP como una confesión.