En sábado por la tarde y coincidiendo con el cumpleaños del juez. Así, con dos exóticas pinceladas llega el útimo episodio de un caso marcado, sin duda, por la relevancia de la investigada, la mujer del presidente del Gobierno, pero casi aún más por sus rarezas. A saber: La causa ha sido un prodigio de engorde (hasta cinco imputaciones) en el año y medio que lleva la instrucción. No es común tampoco, que como ha ocurrido la Audiencia Provincial reconvenga al juez para que centre su pesquisas, y que el Supremo desautorice su citación de un testigo, ministro para más señas. Cabe, además, entender como singular que todo empezara sin repaldo de un papel o informe acusador, o que la Fiscalía haya pedido reiteradamente el cierre del caso. Peinado, frente a todo, incluida la presión del Gobierno, ha logrado, sin embargo, mantener vivo su empeño hasta lo de este sábado, que no es un juicio, aunque lo parezca por el estruendo político que lleva sobrevolando toda la semana, azuzado por el PP y Vox. Es simplemente que aprovecha su día de guardia para comunicar a Begoña Gómez y a los otros que será un juicio con jurado popular. Que, a todo esto, con la contaminación ambiental que rodea el caso no parece el mejor sitio para la asepsia que requiere todo juicio. Pero esa es otra historia.