Extremadura encara su primera semana de campaña electoral oficial en un clima de alta tensión política. Son los primeros comicios que afronta España casi año y medio después de las últimas elecciones y se interpretan ya como un termómetro nacional. Del resultado dependerá el grado de desgaste del PSOE y la posible necesidad del PP de apoyarse en Vox para gobernar. Estas autonómicas llegan con más repercusión que nunca. El politólogo Pablo Simón recuerda que el ciclo electoral se mueve hacia la derecha y con un ascenso sostenido de Vox, una tendencia que coloca al PSOE frente a un escenario similar al vivido en Andalucía. En 2023 los socialistas ya perdieron la Junta extremeña tras el pacto entre PP y Vox, y ahora podrían obtener los peores resultados de su historia en una comunidad que fue tradicionalmente un bastión del PSOE. La situación se complica para el candidato socialista, Miguel Ángel Gallardo, imputado en el caso de presunto enchufismo del hermano de Pedro Sánchez. “Cuando las expectativas son malas, nadie quiere asumir una derrota”, señala Simón. El adelanto electoral impulsado por María Guardiola podría facilitar la victoria del PP, aunque las encuestas apuntan a que volvería a depender de Vox. “Los votantes de ambos partidos han normalizado estos pactos”, explica el politólogo. En esta campaña, Vox se apoya más en su marca que en su candidato, Óscar Fernández, casi desconocido para la mayoría de los votantes, mientras el PP intenta proyectar el resultado extremeño a escala nacional. Extremadura inaugura así un ciclo que continuará en 2026 con comicios en Castilla y León, Aragón o Andalucía. Aun así, Simón descarta que estas autonómicas condicionen la fecha de las próximas elecciones generales. En la agenda del Gobierno, insiste, sigue destacada una palabra: resistencia.