Martín manipula con destreza las pequeñas piezas de un reloj. Dejó su grado de ingeniería mecánica en la universidad para estudiar relojería. Este instituto de Barcelona es el único centro de España que imparte esta antigua disciplina. Los aprendices van desde los 16 hasta los 85 años. Y aunque algunos lo hacen por afición, la mayoría buscan trabajar en ese ámbito. Una profesión con más oportunidades de las que pueda parecer, porque cada año salen muy pocos relojeros y están muy buscados. Jeroni quiere continuar con el negocio familiar que abrieron sus bisabuelos. Reparan relojes con más de tres siglos de historia. Un taller donde parece que el tiempo se detiene, a pesar del sonido del tic tac.