Es Montserrat, pero podría ser el Monte Sinaí. Porque Jordi Pujol y Marta Ferrusola fueron para el nacionalismo catalán lo que Moisés para el pueblo elegido. El pujolismo penetró en Cataluña como los diez mandamientos entre los judíos. Ferrusola era el cayado sobre el que se apoyaba Pujol. En la política, primero, pero sobre todo en los negocios familiares. Pocos se atrevían a decirle "no". A sus siete hijos no solo les ayudó con los deberes escolares. Según el juez, también con contratos públicos. Él despachaba confidencias, estrechaba manos y se paraba ante los niños. Pero en la familia Pujol ella se ponía delante y él daba un paso atrás. Cuando Pujol quiso atajar tanto escándalo familiar, ya había perdido ese tren. Porque Marta Ferrusola era todo un carácter, franca y directa. Siendo la primera dama catalana, llegó a quejarse de que los inmigrantes solo sabían decir “dame de comer”, y comparó la llegada de Pasqual Maragall al Govern con el robo de su casa. Los Pujol llevaban 23 años en el poder. Tampoco le gustó que todo un president fuera un andaluz de apellido Montilla y de nombre José. Marta Ferrusola maniobró también para que Artur Más sucediera a su marido frente a Miquel Roca. Cercana al Opus Dei, despachó religiosidad a diestro y siniestro, tanto, que se hacía llamar “madre superiora” cuando trataba con los bancos andorranos. Comenzó su ascenso al Monte Calvario cuando le diagnosticaron Alzheimer en 2018. Marta Ferrusola ha muerto a los 89 años.

-Redacción-