Reunión tensa en Israel que ha durado horas para, finalmente, salirse el primer ministro con la suya. Su ejército invadirá toda la Franja, pese a que la cúpula militar no veía con buenos ojos este plan. Se acelera así la operación militar que ya deja 61.000 muertos y que ahora prevé desplazar a un millón de palestinos más de la ciudad de Gaza. Netanyahu tomará toda la Franja pero no la anexionará a Israel. Dice que la entregará a un gobierno de transición. Y quiere hacerlo en siete meses.

A sólo unos metros de los familiares que protestan frente a la oficina de Netanyahu se decide el futuro de la guerra. Se les acaba el tiempo. Muchos familiares corren a contrarreloj, encadenados a un futuro devastador. Como si ya no quedara nada que ocupar. Como una crónica de una destrucción anunciada. El gabinete de seguridad de Israel aprueba el plan de Netanyahu. Luz verde a la ocupación total de Gaza.

Dice que no quiere incorporar la franja a su propio territorio, anexionarse. Antes quiere establecer un perímetro de seguridad. Ministros, el ejército de Israel. La gran mayoría están en contra menos el ala más radical del gobierno.

Una forma de sacrificar a los rehenes, según Hamás. Todavía quedan 50, 20 de ellos, creen, con vida. En Tel Aviv les alzaban con pancartas para exigir su liberación, pero Hamás avisaba de que el precio de la ocupación será alto.

61.000 personas han muerto en la franja y a diario, otra arma de guerra, el hambre, sigue aumentando esa cifra. Más de 800 gazatíes han muerto intentando conseguir algo de ayuda. Gaza se consume. Diana ahora de un plan orquestado, con fecha límite para la ciudad de Gaza: el 7 de octubre. Y solo sería el primer paso, siete meses para su control total.