Bajo el retrato de Mao, en la plaza de Tiananmén de Pekín, el presidente Xi Jinping saca pecho. Montado en ese vehículo se dispone a ordenar el comienzo del mayor desfile militar desplegado en China. Un espectáculo milimetrado con sus tropas perfectamente sincronizadas. Una exhibición de poderío militar con su gran y más sofisticado arsenal: tanques, submarinos, aviones de combate, drones, misiles de último modelo o armas láser. Sin perder detalle, en la tribuna, flanquean al líder chino el ruso Vladimir Putin y el norcoreano Kim Yong Un. Sus invitados de honor entre los 26 mandatarios asistentes. Toda una declaración de intenciones frente a Occidente y mala noticia para Ucrania en su guerra con Rusia. Y todo un desafío a Estados Unidos. Donald Trump contesta en su red social: le pide al líder chino que mande saludos al ruso y al norcoreano mientras -dice- conspiran contra Estados Unidos. Xi Jinping proclama que el mundo vuelve a enfrentarse a la disyuntiva entre la paz o la guerra en esta conmemoración por la derrota de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y con él postulándose como alternativa de liderazgo en el orden mundial. En una exhibición armamentística que concluía con la liberación de 80.000 palomas. Símbolo de una paz esquiva.