El calor y la sed en Gaza, otra forma más de asedio inhumano sin tregua
Los bombardeos de Israel han acabado con los sistemas de distribución y las escasas plantas desalinizadoras apenas funcionan
Bajo el sol abrasador de agosto, la Franja de Gaza se convierte en un horno sin tregua. El calor se adentra entre los plásticos donde malvive gran parte de la población y como un veneno va machacando la ya maltrecha salud de los gazatíes. Las temperaturas superan los 30 grados, pero la elevada humedad en el ambiente hace que sensación térmica sea insoportable. El agua en Gaza es un lujo. Los bombardeos han acabado con los sistemas de distribución. Las escasas plantas desalinizadoras apenas funcionan, porque no hay combustible para los generadores eléctricos y la mayoría de los pozos están contaminados. A las colas del hambre se le suman las colas de la sed. Entre el cemento quebrado y el humo de los bombardeos, el calor en aire se siente abrasador. Cada día es una prueba de supervivencia en Gaza. Ducharse o lavar la ropa se han convertido tan solo recuerdos lejanos. El calor y la sed se han convertido en otra forma más de asedio que se adueña de los cuerpos. En otra trampa más que atrapa primero a los más vulnerables, mientras el mundo mira hacia otro lado.