Los restos del funicular estrellado están acordonados, pero no hay turista en Lisboa que pase de largo por esta plaza de los Restauradores sin acercarse a la esquina, hoy en luto del elevador de Gloria. Entre el revuelo, un superviviente cuenta que temió por su vida al ver desenfrenado el funicular de frente. Abel estaba montado en el vagón que justo empezaba el ascenso cuando el que bajaba descarriló y se estrelló contra un edificio. Es testigo directo de las trágicas muertes de pasajeros y no volverá a montar nunca más. El estruendo del impacto al descarrilar se escuchó en toda la plaza. Junto al amasijo de hierros asoma un carrito de bebé. Entre la veintena de heridos de hasta diez nacionalidades hay un niño alemán de tres años. Su madre está hospitalizada y su padre es uno de los 16 fallecidos. El único identificado por ahora es el trabajador responsable de los controles de la cabina. André Marqués, guardafrenos de 40 años, iba al mando del funicular y no pudo evitar que descarrilara. El de Gloria era uno de los últimos elevadores históricos. Empezó a funcionar hace 140 años y se había convertido en popular y turístico atractivo imprescindible en Lisboa para salvar la cuesta hasta el Barrio Alto.