Eric y Dylan quisieron hacer historia. Inspirados en recientes atentados en Estados Unidos, e incluso fantaseando con algo que terminaría ocurriendo dos años después, estrellar aviones contra rascacielos de Nueva York, estos estudiantes irrumpieron a tiros en la escuela de Columbine. Mataron a doce estudiantes y a un profesor e hirieron a otros 24 compañeros, antes de suicidarse. La tragedia sumió a Estados Unidos en un trauma, que se reabre, junto con el debate sobre las armas, con cada nueva matanza. Desde que entonces Bill Clinton intentó sin éxito regular su tenencia, cada presidente, con su Columbine particular, se han enfrentado a la polémica. George Bush, ni lo intentó, a pesar de los 32 masacrados en el campus de Blacksburgh. Y frente a las lágrimas de Obama, por los 20 niños asesinados en Sandy Hook: o el hartazgo de Joe Biden por la masacre de Uvalde, sigue pesando un lobby, que exhibe su poder en ferias de como la de Denver. Aquí en su día los asesinos de Columbine compraron algunas de sus armas.

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