En Galicia, muchas aldeas no disponen de comercios para poder comprar los productos más básicos. Para solucionar ese problema están los ultramarinos ambulantes. Un equipo de reporteros se va con el propietario de uno de ellos, Maikel, que más allá de ser un comerciante ha creado vínculos afectivos con sus clientes. Su furgoneta es un pequeño ultramarinos rodante y hay desde productos de limpieza a aceite, carne, congelados o fruta. Maikel recorre los caminos rurales y pasa por aldeas que tienen el supermercado más cercano a varios kilómetros. Rosa, una de las vecinas, le compra todas las semanas. No conduce y es la forma que tiene de poder tener fruta y alimentos frescos. En la ruta de hoy recorre tres ayuntamientos y hace más de 60 paradas. En las aldeas a las que llega están pendientes del pitido de su furgoneta y lo reciben con los brazos abiertos porque él ya ha creado un vínculo especial con sus clientes. Un servicio necesario pero que cada vez va a menos. Pero por ahora su bocina seguirá sonando por el rural gallego.