El grupo Ribera, el mismo que gestiona el hospital de Torrejón, inventaba en Valencia el primer hospital público de gestión sanitaria privada. En la parte positiva, supuestamente, más flexibilidad de citas y de médicos, supuesta eficiencia, pero con el modelo nacía también una sospecha: la salud podía podía pasar a convertirse en negocio, el paciente en cliente. Es lo que denunciaron durante años los sindicatos, que se priorizaba la rentabilidad sobre la salud, pero el modelo Alzira se extendió por muchas comunidades autónomas presididas durante años por el PP. Ahora mismo hay ocho hospitales con esa misma gestión. Tres en Valencia, uno en la Rioja y cuatro en Madrid, uno de ellos el de Torrejón donde ha estallado el escándalo tras filtrarse los audios del CEO Pablo Gallart pidiendo más beneficios. Cuatro directivos que se opusieron fueron cesados. Según algunas fuentes, detrás de todo está la guerra interna en Ribera Salud. El pasado mayo Pablo Gallart pasó de la dirección financiera a CEO tras la destitución fulminante de un histórico del grupo, Alberto de la Rosa. Intrigas aparte, lo cierto es que los trabajadores del hospital, los pocos que hablan, denuncian sentirse explotados. Los jefes de servicio del hospital aseguran en todo momento haber actuado con ética, pero desde un despacho de abogados aseguran recibir denuncias de sanitarios sobre malas prácticas. Desde el grupo Ribera aseguran que esta práctica nunca ha existido. Anuncian una auditoría en profundidad tras apartadar al CEO de la gestión del hospital. Desde el Ministerio de Sanidad se exige investigar a todos los hospitales públicos de gestión sanitaria privada. Y en caso de detectar vulneraciones, recuperar la gestión pública de los centros. Justo lo que pasó en Alzira en 2018, el primer hospital privatizado, que terminó regresando a manos públicas con el ejecutivo regional de Ximo Puig, durante su etapa como presidente y con un gobierno de PSOE, Podemos y Compromís.