Este último fin de semana de julio, la capital gallega se ha convertido en el epicentro de la devoción, la fiesta y el reencuentro, con motivo de las celebraciones del Apóstol Santiago. Las calles del casco histórico bullen de peregrinos y turistas llegados desde todo el mundo: Estados Unidos, Argentina, Zaragoza, Badajoz, Cáceres… Todos confluyen en la plaza del Obradoiro tras completar su particular camino. “Llegar aquí es mágico”, dice una de las peregrinas. El sentimiento es compartido por miles de personas que han elegido esta fecha para vivir el ambiente único que ofrece la ciudad. Las reservas hoteleras han aumentado un 39% respecto al año pasado, y la afluencia de peregrinos ha crecido un 20%, según datos del sector. Locales de hostelería como la Parrillada Raxoi o A Charca reconocen que las noches del 24 y 25 de julio “siempre están llenas por naturaleza”. La Catedral de Santiago, epicentro de la celebración religiosa, registra colas interminables. El bullicio se mezcla con momentos de recogimiento, y no faltan quienes culminan el viaje con una petición de mano en tierra gallega. Religión, fiesta y turismo se funden en un fin de semana que, una vez más, demuestra por qué Santiago es un destino único.