En la antigua fábrica de perfumes Gal se encuentra el Museo de la Motocicleta Española, ahora con un olor a gasolina y motores de dos tiempos. 330 motos fabricadas exclusivamente en España que dan fe de un boom iniciado por pequeños artesanos. Motos pioneras, como las Patria o las Fuster, o las primeras tras la Guerra Civil, como la Soriano, que nos deja pura cultura de aprovechamiento. Un paso más llegó con la Moto Guzzi saltamontes a mediados del siglo XX. La Vespa acabó de confirmar a la moto como medio de transporte familiar en los 60, hasta que el SEAT 600 lo cambió todo. Entonces, las motos españolas se reinventaron. Coparon el ocio y el deporte con muchos títulos a través de marcas como Derbi o Bultaco, que fueron objeto de deseo, para acabar pagando su aislamiento político del mundo. Un final muy vivo, porque en el museo todas siguen destilando ese aroma a gasolina.

-Redacción-