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Si alzamos la vista al cielo, encontramos a Ainhoa, una pionera en España y la única mujer que ha hecho del wingwalking su forma de vida. Esta disciplina, tan espectacular como arriesgada, consiste en abandonar la cabina de un avión en pleno vuelo para caminar, equilibrarse y bailar sobre sus alas, enfrentándose al viento y a la velocidad. Para Ainhoa, cada vuelo es mucho más que un reto físico. Es su manera de expresarse, de conectar con su esencia. Sobre un avión histórico de la Segunda Guerra Mundial, siente que el cielo es su verdadero hogar, un lugar donde puede ser completamente ella misma. “Es como bailar en un teatro”, explica, aunque en su caso las butacas están en la tierra y el escenario, en el aire, a alturas que oscilan entre los 60 y los 500 metros. El wingwalking no es un trabajo solitario. Cada movimiento es una coreografía perfectamente sincronizada con el piloto, una danza que solo puede lograrse con absoluta compenetración y confianza. Juntos, desafían los límites del viento y de la velocidad, alcanzando los 240 kilómetros por hora. El camino de Ainhoa hacia las alturas comenzó de forma inesperada. Mientras diseñaba un calendario sobre circos aéreos para su empresa, descubrió esta disciplina y supo que no podía quedarse en una mera imagen impresa. Once años después, su historia está marcada por su primer avión, un Stearman que despertó su pasión, y por Carmen, su aeronave actual, con la que sigue volando alto. Lo más sorprendente es que nunca había mostrado interés por volar. Hoy, sin embargo, es piloto, acróbata y propietaria de un avión con el que convierte cada vuelo en una danza única. Para Ainhoa, el cielo no solo es su escenario, sino un lugar de libertad y autenticidad. Pero su misión no termina ahí. Ainhoa espera que otros sigan sus pasos, que este oficio pionero en España inspire a futuras generaciones.

-Redacción-