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Con los brazos abiertos reciben dos náufragos a la patrullera de la Guardia Civil. Dando gracias por esta oportunidad con la que ya no contaban después de llevar tres días a la deriva. Lo cuentan a gritos desde la balsa salvavidas a la que se lanzaron cuando la embarcación en la que navegaban por el litoral andaluz rumbo a Portugal se hundió tras incendiarse. Los agentes vieron por casualidad el reflejo naranja de la balsa a 75 kilómetros de la costa de Isla Cristina, en Huelva. En ese momento sus dos ocupantes ven el cielo abierto. "Empiezan a llorar desconsolados, incluso a abrazarse. Estas personas estaban ya desesperadas", cuenta Carlos Puerto Bellido, portavoz de la Guardia Civil en Huelva. Las corrientes y el viento los empujaban mar adentro. Agotados ya pensaban que su suerte también había naufragado. "Estaban deshidratados, desnutridos. Ya habían agotado todos los víveres y lo único que se podía desencadenar es la tragedia del fallecimiento de estas personas". Por ello, ya a salvo, caminaban por el muelle sin creerse que volvían a pisar tierra firme.

-Redacción-